Xavier Rius es, por encima de cualquier otra consideración, un periodista. Quiero decir con ello que no es ni Màrius Carol ni Jordi Barbeta, para que todos nos entendamos. Es decir que es un “animal en vías de extinción”. Encima Rius pertenece a esa raza inclasificable de periodistas que pisan la calle, que están en con- tacto -¡Dios me perdone la palabra!- con la realidad. Es un “perio- dista callejero” es decir un recuerdo del pasado cuando a los perio- distas les interesaba lo que sucedía a su alrededor y no sufrían agorafobia. Cuando les gustaba -les apasionaba- su profesión y no reci- bir simplemente fotocopias ni lamer culos.
Los periodistas como Rius son zombis, muertos vivientes, momias. Van de un lado a otro con el fin de explicar lo que pasa en la calle. ¿Pero lo que pasa en la calle le interesa realmente a alguien? Casi todos los practicantes del “viejo periodismo” aquel periodismo de “Primera Plana” o han desaparecido o se han recon- vertido. Barril ya no está por la labor, Arcadi Espada se dedica a ser la “dida de Sostres”, Alfred Rexach habrá conseguido la jubilación anhelada, mi añorado Jordi Juan esta en Spainair, y Arturo San Agustín anda en paradero desconocido. Quizás solo queden Manuel Cuyàs y el propio Xavier Rius. Hay un par de jovenzuelos que apuntan maneras pero el resto son meros funcionarios. Y algunos encima pretenden hacer nada menos que literatura. ¡Hasta escriben novelas! ¡Que el señor les sepa perdonar empezando por mi querida Cristina Fallaras! Xavier posee una capacidad de omnipresencia casi peligrosa. Es como un hombre orquesta, ora capaz de hacer una pregunta, naturalmente impertinente, en la compare- cencia del Govern como de hacer un reportaje sobre los semáforos o una entrevista a cualquier político. Esto es alarmante en una pro- fesión cuyo lema es “peor sería tener que trabajar”.
Pero además esconde otro gazapo el periodismo de Rius: es local. No diserta sobre las consecuencias de la crisis de Libia en los mercados bursátiles de Europa -sin tener ni puñetera idea- como suele suceder, en cualquier tertulia que se precie ni especula sobre la sucesión del señor Zapatero. El señor Rius hace periodismo local... y a mucha honra. Nada de “cocina internacional”. El perio- dismo como la cocina debe ser local. No en vano la cocina de un país es su paisaje metido en la cazuela. Pla dixit. El periodismo igual. Todo buen prologuista tiene la imperiosa necesidad de citarse a sí mismo y cuando yo empecé en estas cuitas alguien me dijo, en tono de mofa, que iba a ser un segundo Sempronio. Un viejecito encantador que iba de un sitio a otro, no paraba nunca quieto, te lo encontrabas en todas partes....Aquel era un prototipo. Esto se ha acabado: Rius dictamina que Barcelona también se ha acabado. Es cierto. Los “progres”, esa izquierda que siempre tiene la razón por la poderosa razón que la izquierda no se equivoca nunca -incluso cuando monta árboles de Navidad accionados a pedales- porque quien se equivoca es siempre la realidad. La izquierda ha convertido a esta ciudad en un parque temático en donde los ciudadanos estamos perseguidos y a los visitantes se le ríen todas las gracias. Barcelona es una ciudad donde resulta prácticamente imposible vivir.
En las siguientes páginas se hace una descripción veraz y aterra- dora de Barcelona. De una ciudad sin pies ni cabeza, desestructura- da, sin una puñetera idea. Una ciudad que ha llegado al sumo del disparate con el actual alcalde Hereu y que si Dios no lo remedia proseguirá con el doctor Trias.
Rius nos ha hecho un buen servicio a los ciudadanos. Nos ha colocado delante de los trocitos de espejo que ha ido recogiendo para que de una vez y por todas reconozcamos nuestras miserias y de paso recobremos el orgullo de ser lo que somos: barceloneses. Una forma discreta pero elevada de transitar por la vida. Gracias Xavier por habérnoslo recordado.