Licenciado en Ciencias de la Información por la UAB (1986) cuando la carrera aún duraba cinco interminables años, pero salvo Josep Maria Casasús (Redacción periodística), Mario Herreros (Publicidad) -recientemente fallecido-, o Emili Prado (Radio) he olvidado los nombres de casi todo el resto de profesores. El periodismo, como las putas, se aprende en la calle.
Después me apunté al doctorado de la Pompeu -incluso llegué al certificado de suficiencia investigadora-, pero me aburría soberanamente: tenía una profesora de periodismo de investigación que dudo que hubiera pisado el Registro Mercantil -cuando estas cosas no se podían pedir por internet- y otros que apenas habían puesto las pies en una redacción. De todas las carreras universitarias, la de periodismo -bautizada en mi época como Ciencias de la Información- es una en las que hay más divorcio entre la teoría y el mundo real.
Amplié estudios de periodismo en Estrasbrugo (1987) con una beca de al Fundación Conde de Barcelona -de la que estoy seguro Javier de Godó se habrá arrepentido toda la vida- donde aproveché para aprender belga. Y otra de la Fundación Ortega y Gasset para ampliar estudios de relaciones internacionales en Oxford. Desgraciadamente aquí -una putada-, practiqué más el colombiano que el inglés.
Trabajé muchos años en La Vanguardia -donde no pasé de ser un mero redactor- y después en El Mundo, donde tropecé con un tipo llamado Albert Montagut. Le estoy eternamente agradecido desde entonces: sin él no hubiera fundado nunca e-notícies.
Además de ser uno de los fundadores de este diario electrónico -unos 300.000 lectores al mes, según OJD-, de las cosas importantes que he hecho en la vida es correr un par de maratones, cuatro Matagalls, una travesía del lago de Banyoles, leer la biografía de Churchill a cargo del Roy Jenkins en inglés y Les Bienveillantes, de Jonathan Littell, en francés.
También fui profesor de periodismo de investigación en la Universidad Internacional de Cataluña, pero como no era del Opus -no pasé de la primera comunión y me casé por lo civil -me acabaron echando. En este caso se lo tengo que agradecer a un profesor llamado Albert Arbós (no confundir con el presidente de la consulta InterMèdia, que no me ha hecho nada).
Y, antes, a de géneros periodísticos en la escuela Eserp, pero pagaban una miseria. El dueño de la Academia -porque aquello era más una academia, que un centro universitario- iba otorgando doctorados honoris causa a diestro y siniestro para poder luego colgar la foto en el vestíbulo e impresionar a los futuros alumnos que venían a pedir informació. El viejo truco.
Por otra parte, fui miembro del Colegio de Periodistas, pero de las decisiones más sensatas que he tomado en la vida -además de casarme y tener hijos- fue borrarme.
Mis obras completas se reducen a un solo libro ("Contra la Barcelona progre") que debía ser bueno aunque lo hubiera escrito un servidor que no salió ni en TV3 ni Catalunya Radio ni en la Contra de La Vanguardia ni en Rac1.
Eso sí, se hicieron eco Pilar Rahola, Josep Maria Espinàs, Manuel Cuyàs o incluso Libertad Digital. Además, Manuel Trallero me hizo un prólogo cojonudo que he incluido en esta página web.
He sido el primer tertuliano en salir, en directo, con una estelada en Intereconomía, pero en Cataluña no me quieren ni en TV3 ni en Catalunya Ràdio. Pero, en cambio, he tenido la suerte de colaborar con maestros de la radio como Toni Clapés o Albert Om. Colaboro, de vez en cuando, con otros medios como Barcelona TV, Canal Català o TV de Badalona.
Y aviso: yo no soy Jordi Pujol, que es un señor. Si alguna vez escribo unas memorias pasaré cuentas. Como dice la canción de Quico Pi de la Serra: "Si los hijos de puta volaran no veríamos nunca el sol". He conocido unos cuantos.